Una comedia casi romántica

Los hombres y las mujeres amamos de formas diferentes. Ellas, pendientes de los pequeños detalles cotidianos; ellos, atentos a los pequeños detalles de la anatomía femenina. Ellos, creando oportunidades de batir marcas sexuales; ellas, buscando atajos hacia la felicidad. Y al final, unas y otros, otras y unos, dándose de bruces con la misma obsesión de amar y ser amados tal y como queremos amar y ser amados. Los dos personajes de “Más allá del puente” son verdaderos expertos en esto último.

Se conocen en un golpe de suerte o en un cruce del destino, en el momento en que sus vidas se asoman al borde del abismo. La providencia o el azar, o tal vez su propia voluntad, les sirve en bandeja una oportunidad para volver a engancharse a la vida. Un último tren al que los dos deciden subirse sin pensar en las consecuencias. Un tren que lleva velocidades y direcciones distintas para cada uno y que inevitablemente parece conducir sin control hacia un muro de piedra.
Quizá, porque lo único que les une son los restos de un naufragio, material de desguace con el que es peligroso construir algo nuevo, libre de los tenaces escombros del pasado. O quizá, sencillamente, porque nunca ha sido fácil vivir en pareja.
Sobre estas ruinas, dos corazones solitarios se embarcan en una nueva historia de amor con dosis de comedia y de tragedia a partes iguales.
Dos personajes con una visión tan diferente del amor y la pareja, que hay momentos donde el diálogo fluye entre equívocos y juegos verbales brillantes, al mismo tiempo que muestran en carne viva la parte más desgarradora del desamor.
Una confesión a tumba abierta de los sentimientos más profundos que mueven a hombres y mujeres.
Una experiencia que pondrá a prueba nuestra visión del motor que hace girar el mundo: El Amor.
Porque el amor, cuando no muere, mata; porque amores que matan, nunca mueren.