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EPH Quevedo vs Góngora: más rivalidad que en un Madrid – Barça


El escritor, investigador y divulgador Jesús Callejo nos cuenta un montón de detalles sobre uno de los piques más famosos del Siglo de Oro, el particular «derbi» que jugaron Góngora y Quevedo, dos archienemigos históricos comparables a Batman y Joker o a Superman y Lex Luthor.

La enemistad surgió en Valladolid, cuando Felipe III (¿o fue el duque de Lerma?) trasladó allí la Corte. Góngora ya era un señor hecho y derecho y había ganado ya la gloria literaria. Para que os hagáis una idea, cuando publicó su primer poema, Quevedo era un tierno bebé de un añito. Vamos, que a su lado, era un pipiolín. ¡Pero ojo cuidao con el pipiolín!

Quevedo estaba intentando hacerse un hueco en la vidilla literaria de la época. Si quería triunfar, necesitaba llamar la atención. Y lo típico del momento era que los jóvenes y los mediocres trolearan a los consagrados, esperando que les respondieran. Si manejáis alguna red social ya sabéis de lo que hablamos. Nada nuevo bajo el sol.

A estas alturas ya os podéis imaginar que Quevedo tiró de su afilada pluma y se cebó con Góngora. Y lo consiguió. No solo llamó la atención, sino que Góngora le siguió el rollo. Los dos escritores empezaron a insultarse. Todo el rato. Eso sí, se insultaban con mucho arte. ¡Cómo se las gastaban! Góngora solía referirse a Quevedo como «Francisco de qué bebo», por su desmedida afición a la bebida. Quevedo le recordaba sus orígenes conversos y le escribió:

Yo te untaré mis versos con tocino / para que no me los muerdas, Gongorilla. / Perro de los ingenios de Castilla, / docto en pullas, cual mozo de camino».

El final de Góngora no fue digno de un gran escritor. Dilapidó gran parte de su fortuna en el juego y tuvo que vender su casa. Se fue a vivir de alquiler a una vivienda miserable. En cuanto se enteró Quevedo, compró la vivienda con Góngora dentro, para darse el gusto de cobrarle el alquiler. Aprovechó el primer impago para desahuciarle. Llegó a personificarse para limpiar la vivienda y desinfectarla. Llamó a ese proceso «desgongorización». Que hay que tener mala sangre… Hala, ya lo sabéis. Si en Madrid no hay una placa que dice «Góngora vivió y murió aquí» es por culpa de Quevedo. El pobre Góngora tuvo que marcharse a su Córdoba natal para morir arruinado y abandonado.

Y, para colmo, Quevedo nos cae mucho mejor que Góngora. ¿Será posible?

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