Esto es otra historia de la Guerra de Marruecos

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1859. Un buen día, por la mañana, a los marroquíes de Marruecos les da por atacar las plazas españolas del norte de África. Aquello se junta con que O’Donnell, que está de Presidente del Consejo de Ministros con Isabel II, sueña con recuperar las glorias imperiales y hacer creer al mundo que España sigue siendo una gran potencia colonial. Así que O’Donnell, un 22 de octubre, decide declarar a Marruecos la I Guerra de África.

El chistaco

Sorprende saber que O’Donnell, que sigue siendo general antes que político, se va a África a dirigir personalmente las tropas. Antes de salir para allá, O’Donnell se despide de Isabel II y de Francisco de Asís, alias Paquito Natillas, rey consorte. Circula uno de esos rumores cargados por el diablo, que dice que, durante la despedida, Isabel se pone castiza y le dice a O’Donnell: “¡Si fuera hombre, me iría contigo a África!”.
Francisco de Asís, queriendo quedar bien, va y se pone: “Lo mismo te digo, mi general. Lo mismo te digo”.

La guerra

Entre el entusiasmo popular, y en pocos días, O’Donnell desembarca en Ceuta y se dirige a Tetuán. Después de varias escaramuzas, de tener a los marroquíes alrededor disparando sin parar y de muchas perdidas en los dos bandos, O’Donnell entra en Tetuán.

Aquella ocupación es todo un acontecimiento. Primero, porque el glorioso ejército español vuelve a ganar una batalla. El país se vuelve loco. Isabel II le da a O’Donnell el título de duque de Tetuán. Y los pintores Rosales y Mariano Fortuny inmortalizan la batalla en un par de cuadros. Puritita propaganda de las grandezas patrias.

Segundo, porque la victoria autoriza ampliar el perímetro de Ceuta, trae una pasta marroquí en concepto de indemnización de guerra y permite a España quedarse con Tetuán y con Sidi-Ifni, una zona conflictiva que traerá la II Guerra de Marruecos algunos años más tarde.

Y, tercero, porque, de repente, cuando entran los españoles, disparando, se encuentran allí con unos tipos muy raros, vestidos de una manera bastante estrafalaria, que les saludan en un castellano con acento extraño, y que parecen estar encantados con la llegada de los españoles.

La comunidad sefardí

Es la comunidad sefardí de Tetuán. Los tataranietos de los judíos a los que expulsaron los Reyes Católicos, que llevan cuatrocientos años hablando español, cocinando comida española, cantando canciones españolas y guardando las llaves de sus casas españolas.

El periodista Pedro Antonio de Alarcón, en su Diario de un testigo de la guerra de África, un bestseller de la época, nos cuenta lo que piensa al verlos por primera vez: “la raza judía era del todo como yo la sospechaba; como la tenía en la imaginación; como la había leído en Shakespeare y otros poetas”. Es un texto plagado de prejuicios antisemitas, fruto de cuatrocientos años de machaque contra los judíos.

Pero el impacto es tremendo. Hasta ese momento, la sociedad española no tenía nidea de que, pululando por el mundo, todavía quedaban sefardíes. Y despierta una enorme curiosidad entre el pueblo, que sigue la guerra a través de la prensa.

Ese mismo año de 1860, en Sevilla, se constituye la primera comunidad judía de España, con sefardíes que llegan de Tetuán. Poco a poco, los judíos empiezan a volver a España.

El barrio de Tetuán

Otra consecuencia, mucho más madrileña, es que el ejército victorioso se viene a la capital para hacer su entrada triunfal. Mientras se prepara el cotarro, el ejército acampa en la dehesa de Amaniel, en el norte de Madrid.

Entre unas cosas y otras, los preparativos se van complicando. Que si echamos o no confeti, que si les ponemos refrescos o cervecitas, que si contratamos una banda para animar el asunto… total, que alrededor del campamento provisional, empiezan a venir los emprendedores, a montar sus chiringuitos, sus mercadillos y sus topmantas. Y, esperando, esperando, se creó un nuevo barrio a las afueras de Madrid, que, casi desde el principio, se conoce como Tetuán de las Victorias. Lo mejor del asunto es que nunca hicieron su entrada triunfal. No somos nadie…

Y, además…

Además, Ainara Ariztoy, de Funerarte, nos habla de la tumba de Manuel Altolaguirre, poeta, editor y alma mater de la generación del 27, que está enterrado en la Sacramental de San Justo.

Esther Sánchez nos deja el cuerpo del revés contándonos que el himno oficioso nacional, el Y viva España, es de un autor belga al que no le gusta la versión de Manolo Escobar.

Luna González Alijarcio, de Madrid en la palma de tu mano, nos lleva al Retiro para conocer la Montaña artificial, o Montaña de los Gatos, uno de los caprichos de Fernando VII, que vuelve a abrir después de muchos años.

Y Yolanda Rocha Moreno, del blog Que el sueño me alcance leyendo, nos recomienda leer España de cerca y de lejos, de Carlos Real de Azúa, un falangista uruguayo que visitó la madre patria durante el franquismo y lo que vio no le gustó nada.

Todo esto, y mucho más, en Esto es otra Historia.

Realizado por Juanjo Ceballos y Miguel Ángel Vázquez.
Con la colaboración de la Universidad Europea, Europea Radio y Haciendo Historia.
Para Onda Madrid.

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