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Follones… del XIX. Carlos III

Nueva etapa de Leyending: La España de 1788. Carlos III

Carlos III es un señor con peluca que, en 1788, está de rey de España. Dicen que dice: “Primero Carlos que rey”, lo que le convierte en el primer ejemplo típico de Borbón campechano.
Antes de reinar en España, se hizo un Erasmus de veinticinco años en el trono de Nápoles, tan a gustito. Le sacaron de golpe de los placeres de Italia para suceder a su hermano, Fernando VI…
De Fernando heredó la corona, la política de reformas y unas cuentas del reino más bonitas que un sanluís. Vamos, que le tocó el Gordo.
Quería que en España se viviera mejor. Así que se trajo de Francia el espíritu de la ilustración, se rodeó de ministros gafapastas, tal que Floridablanca, Olavide o Campomanes, y se puso a reformar el país como si no hubiera un mañana. ¡Todo por el pueblo, pero sin el pueblo!
Al principio, se lo curró. Potenció la obra civil, renovó la Armada y la agricultura, fundó Correos y La Lotería, creó una ayuda para atender a las viudas y a los huérfanos de guerra, creó un plan de Estudios Universitarios en plan moderno y la “Escuela de Artes y Oficios” y se trajo de Nápoles la cultura de los Belenes…
Lo que pasa es que estaba como loco por devolver a España su lugar en el mundo, y se metió en más jaleos internacionales de los que convenían: que si los jaleos con Inglaterra, que si la guerra de los Siete Años entre Prusia y Austria, que si la guerra de Independencia de Estados Unidos…
Pero lo peor es que, para tener la fiesta en paz en casa, los grandes de España y los obispos le exigen que se deje de reformas y que se acuerde de qué hay de lo suyo.
Total, que entre unas cosas y otras, ha dejado tiritando el tesoro público, ha buscado el apoyo de los de siempre a cambio de sus privilegios y ahora estamos en tiempo de recortes presupuestarios.
Así que en 1788 España sigue estancada en el Antiguo Régimen. No es fácil acabar con la Inquisición o con los privilegios de la Iglesia y de la aristocracia, esas cositas que apestan todavía a Edad Media.
Por si fuera poco, las luchas por el poder del imperio de Carlos III están a la orden del día. Los aragoneses del conde de Aranda y los golillas de Floridablanca están que se matan.
Una herencia envenenada que dará mucho juego…

Es que soy madrileño…

Mi amigo Goyo G. Maestro me ha hecho una entrevista para La Razón en la que hemos hablado de Historia, de divulgación, de humor, del nuevo proyecto en Telemadrid, de lo divino y de lo humano.

Viendo que igual me preguntaba por el tema del momento, me preparé esta respuesta. Me ha quedado tan apañada que me gustaría compartirla con todos vosotros… Esto es lo que tengo que decir del tema de Cataluña.

Es que soy madrileño, y como todo el mundo sabe, Madrid es de todo el mundo; Madrid es de quien se viene a vivir aquí, y todo el que vive aquí acaba siendo de Madrid.

En Madrid hablamos un lenguaje tejido a golpe de fusión con retales del español que se habla en todos los rincones del mundo. Aquí juramos por la gloria de mi mare, llamamos pibes a los amigotes, nos quedamos to picuetos y nos encanta el pantumaca. Y no se nos caen los anillos.

La Cibeles era griega, y se vino a vivir Madrid para acabar siendo la diosa más castiza.

El chotis era escocés, y se vino a vivir a Madrid para acabar siendo el compás más bailongo de nuestras verbenas.

Arniches era de Alicante, y se vino a vivir a Madrid para acabar siendo el inventor de la gramática de majos, chulapos y manolos.

Sabina es de Úbeda, y se vino a vivir a Madrid para acabar siendo el poeta que mejor ha entendido la esencia de lo madrileño.

No se puede ser más madrileño que Almodóvar, que nació en Calzada de Calatrava; que Zidane, que nació en Marsella; o que el Cholo Simeone, que nació en Buenos Aires.

Y no puedo evitar llevar este sentimiento madrileño, abierto y sin fronteras vaya donde vaya. Me he sentido americano en Nueva York, musulmán en Estambul, impresionista en París, más papista que el papa en la Capilla Sixtina y, en el gueto de Venecia, sefardí. Paseando por las Ramblas me he sentido catalán. Me gusta sentirme del lugar en donde estoy, igual que me gusta que la gente se sienta en Madrid como si estuviera en casa.

Pensaba que vivíamos en la Europa de los Erasmus, los vuelos low cost y las multinacionales. Que el proyecto integrador de Europa seguiría creciendo. Que la unión hace la fuerza. Que juntos somos mejores. Porque estoy convencido de que, si queremos seguir el ritmo que se está marcando a nuestras espaldas en el Océano Pacífico, entre Estados Unidos, Rusia y los gigantes asiáticos, más nos vale dejar de mirarnos el ombligo, ponernos las pilas y empezar a trabajar juntos para seguir haciendo grandes cosas.

Por eso, como nací en Madrid por accidente, elijo ser madrileño, aletimadrileño, LaLatinamadrileño, telemadrileño, tricantinomadrileño, castellanomadrileño, hispanomadrileño, euromadrileño, orbietorbemadrileño, madrileño practicante, de vocación y de oficio, y no entiendo de banderas, ni de fronteras, ni de nacionalismos. Soy más de tender puentes, de derribar muros, de acabar con las líneas divisorias y de seguir la senda del mestizaje, la fusión, el eclecticismo y la integración, que es un camino que siempre enriquece, construye, tira p’alante y da muchas alegrías, que ya nos van haciendo mucha falta.

 

Como sé que Goyo no va a poder publicar esta respuesta completa, os la voy avanzando hasta que salga la entrevista y os la comparta del todo.

Gracias, Madrid ;D

EPH 02×13. Goya: El sordo que lo veía todo

ElPuntoLogo2¡NUEVO PROGRAMA!

Hoy hablamos de una época convulsa en un país de locos que solo un pintor supo retratar. Pintó la guerra como nadie antes la había pintado. Pintó la corte como nadie antes la había pintado. Pintó los rincones oscuros de una nación muy oscura como nadie antes los había pintado. Y, sobre todo, pintó como nadie antes había pintado.
Hoy os hablamos de Goya y de la época en que le tocó vivir.