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ESTO ES OTRA HISTORIA DE LA DEL QUINCE

Escucha aquí el #Podcast

1435. 29 de octubre. Llueve en Madrid. Y sigue lloviendo. Y llueve más todavía. Y así estuvo, sin dejar de llover, ¡DURANTE TRES MESES! Hasta el 20 de enero del año siguiente. Eran los tiempos de Juan II de Castilla, padre de Enrique IV y de Isabel la Católica. Cayó la mundial. La del Quince. Y el diluvio dejó memoria en las calles de Madrid. O, al menos, eso contaba Antonio Capmany.

Decía que llovió tanto que el Manzanares se desbordó. Y los vecinos de los arrabales de lo que hoy viene siendo el Rastro se asomaban al balcón del Manzanares para ver cómo iba creciendo, y gritaban: “¡MIRA EL RÍO! ¡MIRA EL RÍO!”. Desde entonces, el callejero de Madrid tiene dos calles que se llaman Mira el Río Alta y Mira el Río Baja, que se juntan en una de las esquinas del Rastro.

Otra versión parecida, de Hilario Peñasco y Carlos Cambronero, dice que aquí, en el Rastro, había un peñón, que puede verse en el plano de Texeira, y que dio nombre a la calle del Peñón, que, desde 1931, es Carlos Arniches. Cuentan que, durante aquel famoso diluvio, las lluvias torrenciales y la inundación del Manzanares produjeron un corrimiento de tierras que desplazó el peñón y cambió el paisaje de la zona. Por primera vez, los vecinos de estas calles podían ver directamente el Manzanares, allá abajo. Y que por eso gritaban: “¡Mira! ¡El río!”.

Por si fuera poco, cuenta Pedro de Répide, de propina, que, cuando el ayuntamiento tuvo a bien destruir aquel peñón, para aprovechar el solar y levantar nuevas viviendas, los vecinos del barrio celebraron con júbilo la aparición de un nuevo espacio que se abría ante ellos y que parecía tan grande como un continente. Y, por eso, llamaron a esa plaza Campillo del Nuevo Mundo. Que lo dice Répide, ¿eh?, que no lo digo yo… Esta plaza es famosa porque es donde la muchachada cambia cromos los domingos por la mañana, en el Rastro.

Para rematar la historia del diluvio, muy cerca de las dos Mira el Río está la calle de Mira el Sol, que, por lo que se cuenta, fue lo que gritaban los vecinos cuando, por fin, un 2 de febrero, dejó de llover y amaneció u día resplandeciente.

La calle Mira el Rio Baja se llamaba antes Calle de las Pulgas. No está muy claro por qué se llamaba así, pero hay que tener en cuenta que este barrio, que ahora está en el centro, fue uno de los arrabales, lleno de chabolas, chamizos y tugurios, habitados por la gente más humilde que se hacinaba extramuros, es decir, fuera de las murallas de la ciudad.

Dice Galdós, en Fortunata y Jacinta, que la cuesta de Mira el Río Bajaes tan empinada que se necesita hacer algo de volatines para no ir rodando de cabeza por aquellos pedernales”.

La calle Mira el Río Alta se llamó antes calle de Juan García Pastor, sacristán de la iglesia de San Justo. Juanito fue el primer director de una escuela de primeras letras que hubo aquí. El marqués de Vadillo, alcalde de Madrid, vio lo malamente que estaban los niños de los arrabales y de las alquerías de la Puerta de Toledo, y fundó esta escuela. Hay quien dice que la llamaron con el nombre de su primer director. Y que, por eso, la calle se llamó, también, Juan García Pastor.

Así que ya sabes. Cuando vengas al Rastro de compras, de copas o de paseo, déjate caer por estas calles, Mira el Río, Mira el Sol, Arniches y Campillo del Nuevo Mundo, y recuerda que, una vez, hace mucho tiempo, hubo un diluvio, un peñón y unos arrabales que hicieron que Madrid fuera muy distinto.

Además…

Además, en Esto es otra Historia, Ainara Ariztoy, de Funerarte, habla de la tumba de María Moliner, en el cementerio de la Almudena. Como dijo Gabriel García Márquez: “María escribió sola, en su casa, con su propia mano, el diccionario más completo, más útil y más divertido de la lengua castellana”. Pues eso…
Esther Sánchez recuerda Para que no me olvides, Si yo fuera tu mujer y otras canciones memorables de Lorenzo Santamaría, un galán setentero que robó el corazón a más de una noventera.
Yolanda Rocha Moreno, del blog Que el sueño me alcance leyendo, recomienda la lectura de El quebrantahuesos, de Blas Ruiz Grau, la cuarta entrega de Nicolás Valdés, el inspector de policía más prestigioso del país.
Pepón Fuentes resuelve el marrón en que le hemos metido, preguntándole, sin que lo sepa, por una película que protagonizó él mismo: Pepón es guay, de Norberto Ramos, un experimento narrativo documental que mola ver antes de valorar.
Esperanza Martín nos trae los mejores titulares de la prensa madrileña… o los peores… o los más torpes… Bueno, un ejercicio periodístico de lo que no hay que hacer. Niños, no lo intentéis en casa.
Todo esto, y mucho más, en Esto es otra Historia.
Realizado por Juanjo Ceballos y Miguel Ángel Vázquez.
Con la colaboración de la Universidad Europea, Europea Radio y Haciendo Historia.
Para Onda Madrid.

ESTO ES OTRA HISTORIA / PÁNICO DE FLORIDABLANCA

AQUÍ, EL #PODCAST: https://t.co/65lAzWirEx

Un buen día, en plena Revolución Francesa, un tal Juan Pablo Peret, cirujano, francés y ateo, vino hasta el Real Sitio de Aranjuez, Patrimonio de la Humanidad, se fue a por el conde de Floridablanca, presidente del Gobierno, y le metió una mala puñalada por la espalda. Por suerte, un criado salió a defenderle y Floridablanca se salvó por los pelos.
A Peret lo detuvieron. Como era gabacho, el Gobierno sospechó que intentaba colar en España las ideas de la Revolución Francesa. Y lo ahorcaron en la plaza de la Cebada de Madrid.
Cuando Floridablanca se recuperó ya no era el mismo. Fue víctima de lo que se ha llamado “pánico de Floridablanca”. Lo que viene siendo la psicosis revolucionaria.
De un día para otro, cerró la frontera a cal y canto, como si fuera una epidemia, “al modo que se hace cuando hay peste para que no se nos comunique el contagio”, según dijo. Prohibió que llegaran noticias sobre lo que pasaba más allá de los Pirineos. Prohibió que los jóvenes españoles salieran de Erasmus por Europa. Prohibió, en un alarde de fineza intelectual, la enseñanza del francés. Prohibió, prohibió y prohibió. Y, encima, echó mano de la Inquisición, para que, con su tradicional eficacia, se encargaran de vigilar las ideas.
Silenciaron voces subversivas, persiguieron libros sospechosos, confiscaron publicaciones. Y premiaron a los chivatos. Y dieron rienda suelta a predicadores y carcamales que enseñaban desde los púlpitos la infamia de lo que sonara a ilustración, modernidad o progreso. “Los demonios del siglo”. Y se fomentó el miedo, el odio y el fanatismo, un clásico que sigue vigente en nuestros días, aunque deberíamos estar más que vacunados.
Y todo empezó aquel día, en el Palacio Real de Aranjuez, cuando un cirujano gabacho le metió una mala puñalada trapera al conde de Floridablanca.
 

Es que soy madrileño…

Mi amigo Goyo G. Maestro me ha hecho una entrevista para La Razón en la que hemos hablado de Historia, de divulgación, de humor, del nuevo proyecto en Telemadrid, de lo divino y de lo humano.

Viendo que igual me preguntaba por el tema del momento, me preparé esta respuesta. Me ha quedado tan apañada que me gustaría compartirla con todos vosotros… Esto es lo que tengo que decir del tema de Cataluña.

Es que soy madrileño, y como todo el mundo sabe, Madrid es de todo el mundo; Madrid es de quien se viene a vivir aquí, y todo el que vive aquí acaba siendo de Madrid.

En Madrid hablamos un lenguaje tejido a golpe de fusión con retales del español que se habla en todos los rincones del mundo. Aquí juramos por la gloria de mi mare, llamamos pibes a los amigotes, nos quedamos to picuetos y nos encanta el pantumaca. Y no se nos caen los anillos.

La Cibeles era griega, y se vino a vivir Madrid para acabar siendo la diosa más castiza.

El chotis era escocés, y se vino a vivir a Madrid para acabar siendo el compás más bailongo de nuestras verbenas.

Arniches era de Alicante, y se vino a vivir a Madrid para acabar siendo el inventor de la gramática de majos, chulapos y manolos.

Sabina es de Úbeda, y se vino a vivir a Madrid para acabar siendo el poeta que mejor ha entendido la esencia de lo madrileño.

No se puede ser más madrileño que Almodóvar, que nació en Calzada de Calatrava; que Zidane, que nació en Marsella; o que el Cholo Simeone, que nació en Buenos Aires.

Y no puedo evitar llevar este sentimiento madrileño, abierto y sin fronteras vaya donde vaya. Me he sentido americano en Nueva York, musulmán en Estambul, impresionista en París, más papista que el papa en la Capilla Sixtina y, en el gueto de Venecia, sefardí. Paseando por las Ramblas me he sentido catalán. Me gusta sentirme del lugar en donde estoy, igual que me gusta que la gente se sienta en Madrid como si estuviera en casa.

Pensaba que vivíamos en la Europa de los Erasmus, los vuelos low cost y las multinacionales. Que el proyecto integrador de Europa seguiría creciendo. Que la unión hace la fuerza. Que juntos somos mejores. Porque estoy convencido de que, si queremos seguir el ritmo que se está marcando a nuestras espaldas en el Océano Pacífico, entre Estados Unidos, Rusia y los gigantes asiáticos, más nos vale dejar de mirarnos el ombligo, ponernos las pilas y empezar a trabajar juntos para seguir haciendo grandes cosas.

Por eso, como nací en Madrid por accidente, elijo ser madrileño, aletimadrileño, LaLatinamadrileño, telemadrileño, tricantinomadrileño, castellanomadrileño, hispanomadrileño, euromadrileño, orbietorbemadrileño, madrileño practicante, de vocación y de oficio, y no entiendo de banderas, ni de fronteras, ni de nacionalismos. Soy más de tender puentes, de derribar muros, de acabar con las líneas divisorias y de seguir la senda del mestizaje, la fusión, el eclecticismo y la integración, que es un camino que siempre enriquece, construye, tira p’alante y da muchas alegrías, que ya nos van haciendo mucha falta.

 

Como sé que Goyo no va a poder publicar esta respuesta completa, os la voy avanzando hasta que salga la entrevista y os la comparta del todo.

Gracias, Madrid ;D

EPH ¿Sabes por qué a los madrileños nos llaman «gatos»?

 

El Callejón del Gato, famoso por sus espejos, inspiró a Valle-Inclán para escribir su famosa obra ‘Luces de Bohemia’ e inventar un nuevo género: el esperpento. Pero los espejos que hoy se encuentran en la calle han cambiado mucho y no son los mismos que conoció el escritor.

Vamos a aprovechar que estamos aquí para contaros por qué a los madrileños se les llama «gatos». Durante la Reconquista, las tropas del rey Alfonso VI asaltaron la muralla árabe de Madrid. Un soldado escaló las murallas cual si fuera un artista de circo y aquella hazaña fue decisiva para tomar la ciudad. Como todo salió bien, le empezaron a llamar Gato. Sus descendientes heredaron el nombre, y así nació, dicen, el apellido Gato, hasta hoy. ¡Qué manera de perdurar!

Cuando paséis por este callejón de Álvarez Gato, no dejéis de miraros en el espejo e imaginad la cara de Valle-Inclán mientras observáis vuestro reflejo…

Si pinchas aquí, encontrarás más vídeos, el mapa de las rutas, el podcast de Onda Madrid y la revista digital interactiva.

 

EPH El Ateneo de Madrid vota la existencia de Dios

El Ateneo Científico y Literario es una de esas instituciones que no deberían dejar de existir. Un lugar donde la cultura fluye y de donde deberían salir nuestros ilustres políticos. Lo de ilustres… ya otro día haremos chistes sobre ello. Salir, salieron de aquí varios presidentes de gobierno, pero en otra época, claro.

Esta institución fue creada durante la guerra carlista para contribuir al desarrollo de las ideas de España. En aquel momento, hacían falta buenas ideas. ¡Pues imaginaos ahora! ¡La de cosas que podrían salir! En el Ateneo se debatían todo tipo de cosas. Y cuando decimos todo tipo es todo tipo. En 1936, por ejemplo, los académicos votaron la existencia, atención, ¡de Dios! ¿Y cual creéis que fue el resultado? Pues que Dios no existe. Y punto. Y se quedaron tan anchos. Para ser justos, diremos que perdió por un solo voto. Pero el resultado fue el que fue. Con un par.

Vídeos, rutas y la revista digital interactiva, en la web de El Punto sobre la Historia en Telemadrid

Ruta 2: Del Reina Sofía al Viaducto de Segovia

 

Ya está disponible la segunda ruta de El Punto sobre la Historia.

Recorremos una ciudad misteriosa, castiza y heroica, de corralas, reyes y batallas. Comenzamos la ruta en el Museo Reina Sofía y recorremos la Plaza de Lavapiés, la calle de la Cabeza, Tirso de Molina, la plaza de Cascorro, la Puerta de Toledo, San Francisco el Grande, Puerta de Moros, para terminar en el Viaducto de Segovia.

Picasso, el Barón Rojo, Luis Candelas, Riego, Fernando VII, los Cien Mil Hijos de San Luis, Eloy Gonzalo y el primer madrileño documentado, Maslama al-Mayriti, son algunos personajes históricos que encontramos en nuestro recorrido.

A disfrutar ;D

El Punto sobre la Historia, en Descubriendo.me

g2032_14608076897Diana Orozco ha publicado en Descubriendo.me un artículo sobre el preestreno de El Punto sobre la Historia, que tuvo lugar en los Teatros Luchana el jueves 14 de abril. Hay muchas cosas que me gustan del reportaje. Por ejemplo, que diga que yo he dicho entre risas que “nos sentimos un poco los Woody Allen de Madrid”, por la manera en que el programa muestra la ciudad. Supongo que lo dice (que lo dije) porque el programa tiene un efecto secundario peligroso: si lo ves, puedes acabar amando esta ciudad y descubriendo lo hermosa que es.

Dice también que El Punto sobre la Historia es una «apuesta que propone una inmersión completa en la Historia de esta ciudad» y «un programa en el que poder expresar su entusiasmo y sus ganas de contar la historia de forma divertida y amena» (se refiere a Lorenzo y a mí).

Podéis leer el artículo completo pinchando en este enlace.

Gracias, Diana!

Carlos Sobera, el primer puntero

Carlos Sobera (@carlos_sobera), un amigo de los que siempre están dispuestos a tender una mano, se declara públicamente primer puntero.

Esto, qué queréis que os diga, es un gran honor para los que formamos parte de El Punto sobre la Historia. Por si hay alguna duda de su primer puesto, aquí tenemos a nuestro primer puntero contándonos la historia del Diablo de la Casa de Correos.

Eres grande, Carlos Sobera.